miércoles, 27 de mayo de 2015
martes, 12 de mayo de 2015
CAPERUCITA ROJA (versión para hijos varones)
Había una vez una niña que era querida por todo aquél que la conociera, pero sobre todo por su abuelita, que una vez le regaló una pequeña caperuza de color rojo. Le quedaba muy bien y ella siempre la usaba, así que la empezaron a llamar Caperucita Roja.
Un día su madre le dijo:
-Ven, Caperucita Roja. Aquí tengo un pastel y una botella de vino; llévaselas en esta canasta a tu abuelita que esta enfermita y débil y esto le ayudará. Vete ahora temprano, antes de que caliente el día, y en el camino no te apartes de la ruta, y no hables con desconocidos…-
-No te preocupes, te haré caso- dijo Caperucita Roja. Tomó las cosas y se despidió cariñosamente.
La abuelita vivía en el bosque, como a un kilómetro de su casa. Y ni bien había entrado Caperucita Roja en el bosque, siempre dentro del sendero, se encontró con un lobo.
-¡Buenos días! ¿Cómo te llamas?- saludó el lobo
-Caperucita Roja ¿Quién eres?- preguntó Caperucita, deteniéndose.
-Soy un lobo- contestó el aludido.
-¡Que interesante! ¿Eres un lobo de verdad?-
-Si, lo soy- contestó el lobo.
-¡Ay! ¡Me da un poco de miedo! ¿Estás pensando comerme?- dijo afligida la niña.
-No.- contestó el lobo -Hoy ya comí.-
-Esa no es una excusa. Podrías comerme igual- razonó Caperucita.
-No. Soy un mamífero carnicero, y eso me impide volver a comer hasta haber terminado la digestión, que me dura todo un día- explicó el animal.
-No sé si creerte- le contestó Caperucita –Los lobos son famosos por comerse a la gente…-
-No es mi caso. Generalmente suelo comer conejos, liebres y cosas así. A menos que salga con mis amigos, que es cuando cazamos algún venado; pero eso solo pasa de vez en cuando.-
-Alguna vez harás una excepción -insistió la niña- No me vas a decir que nunca te ha tentado la idea de comerte, por ejemplo, una niña tierna…-
-Estoy conforme con mi dieta actual, y además soy un animal de costumbres.- dijo el lobo.
-Siempre hay una primera vez para todo…- dijo Caperucita, sonriendo.
-Puede ser…- dijo el lobo, y empezó a caminar.
-¡Espera!- exclamó Caperucita -Si no tienes nada mejor que hacer, podrías acompañarme…-
-¿Para donde vas?- preguntó el lobo.
-A la casa de mi abuelita- contestó la niña -Vive medio kilómetro más adentro en el bosque. Su casa está bajo tres grandes robles, al lado de unos avellanos. Seguramente ya los habrás visto -
-Si, me queda de paso.Te acompaño- dijo el lobo.
Comenzaron a caminar por el bosque, y Caperucita se desvió a un costado.
-¡Que lindas flores se ven por allá! ¿Por qué no recoger algunas?- dijo -Y yo creo, lobo, que no te has dado cuenta de lo dulce que cantan los pajaritos. La verdad es que no tengo que ir tan apurada en el camino como si fuera para la escuela, mientras que todo el bosque está lleno de maravillas…-
-Creí que tu abuelita te estaba esperando. –dijo el lobo.
-Aún es muy temprano y no habrá problema si me atraso un poquito. Además no quedamos en nada; y está enferma, así que no va a salir. Tengo prácticamente todo el día- contestó Caperucita.
Siguieron caminando, y el lobo, para hablar de algo, preguntó:
-¿Y como te va en la escuela?-
-¿No podemos hablar de algo más interesante?- exclamó Caperucita -Mejor hablemos de vos-
-Ok. ¿Qué querés saber?- preguntó el lobo.
-¿Sos un lobo normal?- lo interrogó la niña.
-Si, o eso supongo… ¿Por qué preguntás?-
-Es que ya hace más de media hora que caminamos juntos y no intentaste nada-
-¿Como qué?- dijo el lobo, extrañado.
-Mirá, ya nos conocemos, así que dejemos de lado el verso. Es todo muy lindo eso que dijiste, pero no te creo ni media palabra. ¿Me vas a comer o no?- le espetó Caperucita.
-No.- contesto el lobo- Ya te expliqué, podés creeme.-
-¿Y se puede saber entonces para qué me hablaste?-
-Soy un lobo educado. Te vi y te saludé por eso.-
-¡No jodas! ¡Los lobos son todos iguales!-
-No hay que generalizar…- dijo el lobo.
-¡No, vos sos un desconsiderado! ¡Me hiciste perder mi tiempo!- le gritó Caperucita -¿No tenías nada mejor que hacer? ¿O es que siempre andás al pedo todo el día vos?-
-Pero…- intentó decir el lobo, mas no pudo terminar la frase.
-¡Tomatelás, tarado, desaparecé!- lo interrumpió Caperucita, enfurecida -Y no vuelvas a asomar el hocico por este bosque, porque si te vuelvo a cruzar busco un leñador, le cuento que me quisiste abusar y le digo que te parta su hacha en la cabeza. ¡Rajá de acá!-
El lobo dio media vuelta y se fue por donde había venido.
-¡Que desastre!- se dijo a sí misma Caperucita –Estas cosas me pasan por desobedecer a mi madre…-
martes, 5 de mayo de 2015
LA QUISPODEFOBIA
En Argentina se define como boludo a quien actúa contra lo indicado por el sentido común diciendo o haciendo algo que perjudica a uno o varios terceros sin obtener para sí beneficio alguno, o -en casos extremos- perjudicándose a sí mismo.
Los boludos no constituyen una clase social ni un grupo racial o cultural: se encuentran en todos los estratos de la sociedad argentina. No existen censos ni estadísticas respecto a la población de boludos residente en el país debido a que estos sujetos suelen actuar como tales solo en forma ocasional, lo que dificulta cualquier registro que pudiera intentarse.
Si bien estos individuos son en general tolerados por la mayoría de la población, el aumento constante de su número y la reiterada comisión de boludeces ha dado origen a una intolerancia que lleva en ciertos casos a marginar, despreciar y discriminar a estas personas colgándoles el mote de boludo.
En algunos casos se llega hasta la fobia, entendida ésta como el sentimiento de odio o rechazo que sufre un individuo ante el temor -generalmente fundado- de tener que soportar las consecuencias de relacionarse con boludos: la persona afectada tiende a aislarse, evita entablar nuevas relaciones, se vuelve hipersensible y se irrita ante la más mínima boludez.
Aunque los boludos son un fenómeno endémico de Argentina, existen en todo el mundo bajo diversas denominaciones: si bien la quispodefobia se limita por el momento a afectar al citado país, no se debe descartar su expansión global en el futuro.
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